domingo, 7 de octubre de 2012

de casa para adentro

De casa para adentro tengo la experiencia que cada persona se comunica con la otra de un modo distinto, incluso con nuestros propios hijos. Sí, incluso con nuestros propios hijo: queremos creer que porque estén en la misma casa, bajo el mismo techo, las circunstancias serán iguales. Pero no, ¿por qué? Quizás por dos razones. Una porque como "emisores" modulamos-ajustamos-acoplamos los "sensores" en función de las respuestas que a su vez nos emiten los otros en onda a nuestras respuestas emitidas. Qué/quien mediatiza, constituye la segunda razón: digamos que esa competencia emocional-intelectual que elabora la respuesta "funcional" "en función de" es la EMPATÍA. La empatía es el "hábil negociador" que gestiona las garantías de nuestra supervivencia.

Por mucho "cariño" siempre contextualizamos con/mediante la inteligencia la conveniencia de usar determinados "moduladores". Moduladores que van más allá de la "consciencia y de la inconsciencia". Pero no solo nos comunicamos con "gestos y palabras", también comunicamos "afecto-amor" (valoración-estima-aprecio- versus - los antagonistas... ) Y esto se capta  y se modula-ajusta-acopla los "sintiéndolos" en función de las respuestas que a su vez nos emiten. 

No solo nos comunicamos con palabras también con el corazón. Y aunque te pueden engañar con las palabras y también con el corazón, destinamos más aprendizajes "reglados" a las verdades y a los conocimientos verbales que a los emocionales/morales. Nuestra sociedad ha "formalizado los contenidos académicos" pero no ha podido encorsetar los sentimientos en cuanto que éstos, en manos de la consciencia y de la inconsciencia son más sutiles, sibilinos, escurridizos.

Si este "guiso" llega a pasar entre padres e hijos, e hijos y padres, igualmente entre hermanos.

Vivimos confundidos, sino engañados cuando usamos tópicos como "amor de madre" o "como hermanos" ya que cada cual tiene una experiencia "única y concreta" que absurdamente convertimos en "absoluto" cuando en realidad es relativa, y aquí el enredo. 

Y luego está el contenido de la comunicación. A menudo, muy a menudo, el "discurso" carece para el otro de atrayente o significación y aburre. Simplemente porque los contextos (ecosistemas "culturales", nichos "existenciales", no son similares o complementarios) y por qué, porque el lugar y el momento (más el momento) nos troquela a los padres y, así mismo a los hijos, y como son tiempos diferentes, de ahí las diferencias, ¡y punto!

El diálogo de las "culturas" difícilmente cuenta con traductores. Cada cual ha de "entenderse" con el otro, y no siempre llegamos a entendernos. Probablemente los instructores de esta "materia" debiéramos ser los padres, los que normalmente nos confesamos analfabetos  en estas artes, de aquí que andemos "ignorantes" y disgregados cuando podríamos "gobernarnos" con mayores garantías de éxitos vivenciales y "profesionales".


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