miércoles, 10 de agosto de 2016

LO MORAL, LO INMORAL, LO AMORAL, RESPUESTAS QUE ELEGIR.




Disponemos, según vengo a entender de Fernando Sabater, -de quien ando leyendo su "Tauroética"-, de una moral juzgada por los beneficios. En nuestra sociedad de artificios, en situaciones extremas se demuestra que la ética depende de la necesidad (en gran parte).

Sobre sus "consideraciones", añado: admito este anterior juicio, pues observo que para una gran parte social, la ética "perdura" el tiempo que las circunstancias lo permiten.  Sin embargo, reservo un matiz, una mínima parte la aportan aquellos que superan la moral TÓPICA, accediendo a un nivel superior de trascendencia junto a una VOLUNTAD DE CONVICCIÓN ASENTADA Y ORGANIZADA deontológica, axiológica y, sobre todo, taxonómicamente.

La moral "costumbrista de tradiciones" se confunde normalmente con la “ética”, tomada por costumbre de "contextos"… y, por confusión, los líos. La ética ha de ser algo más, una conciencia de la consciencia de la repercusión mediata e inmediata de las acciones humanas y naturales. Y de la moral, la ética y la noética, sin poética.

La moral deriva de la cultura, o, más bien, la cultura crea la moral, y por la cultura, el contexto y situación. Nos planteamos disquisiciones morales cuando andamos sobrados de recursos; cuando, aislados de la obligación y la imperiosa resolución de necesidades inmediatas, debatimos "tertulianamente" como mero entretenimiento, "¿qué hacemos con las cosas?".

Y yéndonos al motivo del toro, su disertación la considero una “distracción, mejor dicho, una maniobra de distracción”. Mientras nos enredamos en el coso del asunto taurino, no cuestionamos otras estratagemas "costumbristas" del consumismo, pues de consumir se trata en el mercado de la “cultura”.

El espectáculo de la muerte/sacrificio del toro se cuestiona, quizás más por la "sacralidad ancestral” que encierra en nuestro mundo laico que por el acto empático ante el sufrimiento ralentizado y secuencializado de un rito "liturgiado" (aquí me permito una observación: constato un paralelismo -en cuanto a “afición”- entre los practicantes de recalcitradas procesiones, misas y romerías con los abonados a las corridas taurinas... ¿..?, ahí lo dejo.)


Distinguen los debatidores ... entre la moral "externa" y la "interna"... Las pautas sociales formales frente a las intrínsecas... Vivimos dentro de asunciones morales "conveccionadas" (convencionales) en las que sorprenden las "conviccionadas", esas que periodísticamente venimos a troquelar como fanáticas. Sorprenden porque éstas rompen moldes, y por ello, no siendo predecibles ni controlables, sorprenden... e infunden miedos.

¿Quiénes son fanáticos? ¿Quienes no se doblegan ante dificultades, afrontándolas y reconduciéndolas? ¿Estos no serían los héroes...? El factor salvación o destrucción, es decir, motivos-intenciones, y consecuencias, las filtra la sociedad que las cataloga... Pero ¿qué es la “sociedad”? Volvemos a la moral, a esa "codificación" de conductas admitidas y admisibles por una comunidad humana... Así, por "código de honor" se ajusticia a una mujer, que pudiendo haber sido violada supone una afrenta ignominiosa para la familia. No se juzga la acción, sino la consecuencia. Y así veremos “pueblos” donde un ser humano, por ser mujer es considerado objeto subestimado, pudiéndosele degradar o mutilar…



Volviendo al asunto de la ética, nuestro mundo está en transición, es menester reconducir y canalizar lo más científicamente nuestras acciones, sin parcializar contextos y campos de operaciones o trabajo. La ecoconducta de nuestra especie debe revisarse... Pero nuestra asepsia mental debe también considerarse.

Y de la ética, la relación, pues por ella y para ella existe. Y como no voyme por las ramas, me centro en las relaciones, pues en la relación y de la relación existimos. La relación no es roce, es interacción, por ello hemos de RESOLVER cuantos factores la hacen e integra. La ética no tiene sentido si no es para armonizar nuestra convivencia. Nos olvidamos de lo esencial: VIVIR, SABER VIVIR, con-vivir


La relación, toda relación, surge de la necesidad. Y, por la necesidad, el acuerdo.
Los seres humanoides en interacción con el medio y con los restantes seres, entre ellos los humanos, hemos hecho uso de la relación de modo inconsciente, y cuando hemos ido reflexionando sobre nuestras interacciones las hemos pautado, por necesidad, mediante leyes. Leyes que aplicadas –desde un poder /que no autoridad/ político o religioso-se volvían coercitivas y punitivas, cuando no destructivas y aniquiladoras.
La relación, la convivencia, antes como ahora, partiendo-presuponiendo el necesario reconocimiento del otro bajo el principio de igualdad.
Al entrar en interacción se debe actuar desde EL RESPETO. El respeto mutuo les garantiza la necesaria garantía de supervivencia (nos necesitamos, existimos en interdependencia). El instinto de supervivencia nos lleva al de apropiación para garantizarnos la… y nos apropiamos de lo cómodo, necesario, útil, bello, placentero, … –no siempre en el mismo orden-. De estas “propiedades”, lo necesario se impone. La protección es una necesidad, pero también la independencia y la autorrealización entran en crisis cuando la necesidad más primaria se impone, es decir, las necesidades fluctúan y adquieren valor dependiendo del entorno y del propio individuo, así demande “su necesidad” expresada más inmediata.

La relación entre humanos no puede “mediarse” por ningún otro factor que no sea la identidad y ser del otro [no lo que el otro tiene, ya religión, fortuna, raza, sexo…] SINO, SOLO LO QUE SOMOS, POR ESENCIA: HUMANOS.