Somos ciudadanos, por encima de
todo somos ciudadanos. Unas veces trabajadores, también propietarios –aunque fuera
de una cerveza- por los que pagamos impuestos, tanto por trabajar como por
consumir o poseer (como si la propiedad no fuera consumo). Hoy como
propietarios de nuestra libertad en democracia hemos de responder –cual tributo-
de nuestra posesión natural y que nadie nos ha de desposeer ni usurpar. Esta vez,
a nivel autonómico, se nos convoca al ejercicio del acto democrático de elegir
a nuestros representantes. Representantes que son siempre nuestros
administradores y que han de responder a nuestra soberana potestad. [quizás no
conviene olvidar este dogma, si en algo hay que creer es, aunque pobres, si
dignos soberanos, en nosotros mismos, y que nadie –ni uno mismo- nos alienemos
y anulemos] Como he leído de Malcon X: cuidémonos de los medios de comunicación,
cuyos propietarios configuran unos esquemas interesados de tendencias y así
entre unos y otros carcomen nuestra soberana capacidad para responder de
nuestro ejercicio de libre decisión y elección. Los grupos políticos son los
trabajadores que “transforman” esta porción de “mercado”, de ello viven, pero
debieran no olvidar que están a merced del “cliente”.
A veces en el aparato
administrativo de la administración este estamento se vuelve “endogámico” y si bien
nacen para administrar, al final se configuran en los “tergiversadores”
trastocando ciertas “tendencias e influencias” en la gestión origen de las
causas.
Somos ciudadanos, elegimos
libremente, a los gestores de nuestras “normas gregarias de organización de
nuestro enorme hormiguero, donde no perdamos la idea central: ya obreros,
reinas, zánganos, larvas,… a todos nos va “el bien común” POR IGUAL. Funciones distintas
pero, cual cooperativa, mismos beneficios.
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