viernes, 10 de abril de 2009

LOS FRUTOS DE LA EDUCACIÓN

La pretensión de usar la Educación como medio para sacar al ser humano del oscurantismo y la ignorancia, fuente de todos los males, surge como respuesta “social” de los Ilustrados.

Sabido es que éstos, negando a la religión esa capacidad salvadora de la que se creía connatural, sustituyen a la religión por la educación. Es un paso hacia el humanismo a partir del laicismo.

Si retrocedemos atrás, podemos llegar a los griegos –siempre terminamos en estos parajes- quienes conciben al ciudadano con una formación “intelectual” en las letras y en las ciencias, necesarias para posteriormente, encarar el pragmatismo de los recursos técnicos aplicados en la arquitectura, la astronomía, la física,… Frente a los conocimientos aplicados “artesanos”, ellos a través de la filosofía, la estética, la metafísica pretenden alcanzar el culmen y la plenitud de la existencia.

Si los artesanos aprendían y ejercían las técnicas… los “ciudadanos” debían distinguirse de la plebe por sus elucubraciones “esotéricas”… al final todo concluía y giraba entorno al Estado, y el Estado era la religión y el poder civil, éste unas veces como monarquía, otras como república.

Sin pretender un estudio, sino exponer mis razones, salto otra vez al siglo XIX, dejando atrás las escuelas monacales y las medrazas, los colegios medievales y renacentistas. Saltamos los siglos XVII y XVIII, porque mantienen las mismas estructuras de transmisión del conocimiento. Los conocimientos, como mercancías, se intercambian y exportan, y aunque se asimilan y asumen las nuevas “percepciones” y observaciones del entorno… siempre prevalece la jerarquía y la supeditación a un orden… incuestionable y absoluto.

El zarandeo a la estructura establecida, y apodíctica, se da por los años de 1.700; pero los frutos, comenzaran a caer sobre la sociedad pasado el siglo.

En la esfera occidental se comienzan a tomar posiciones con la Revolución Industrial. El mecanicismo incipiente, la organización de los factores que integran la producción, el desarrollo del urbanismo, el concepto del racionalismo aplicado a las urbes como prolongación del ciudadano, las acometidas de higiene y salubridad… pretenden dar una repuesta a la masa infantojuvenil descolgada de la cadena de producción y ordenación social.

Así que es a partir de 1.800 cuando se empiezan a organizar la institución pública de enseñanza.

La nueva institución se vale de la vieja estructura de enseñanza, a la que le sustituye los “contenidos”. El Orden Público se propone instruir a los párvulos en los principios roussonianos, es la sociedad la que debe velar y garantizar la bondad natural con la que nace el hombre, por tanto la educación debe fomentar las cualidades aptas para beneficio del individuo y de la sociedad.

En este principio positivista y optimista se abren las escuelas y liceos con y desde una concepción cuasi sagrada, de este cuerpo laico de enseñantes que distribuye entre los ignorantes, la salvación por el saber.

Y durante un período de tiempo el saber-salvación funciona… son pocos los que estudian y sin percatarse, son seleccionados por las clases dirigentes que los adquiere como mano de obra cualificada y los asume. La universidad, el ejercito, la industria, así como anteriormente la Iglesia y la Corte, obtienen sangre nueva… y de éstos algunos hacen carrera”. Esto es así y nadie cuestiona que en los estamentos existen “castas y familias” que están por encima de las reglas “establecidas”; el abolengo les da supremacía y rango “per se”.

La educación aparece como un mito semejante a El Dorado o a la Fuente de la Eterna Juventud, que algunos creen poder alcanzar. Como veremos, todo será cuestión de credo, y nada de oro ni juventud.


A modo de muerte en vida, o de vida por muerte, como esa imagen del ying y yang que envuelve y disuelve la silueta en simetría dinámica, la cual no diferencia la forma, si vertical, horizontal o lateral. Esta forma que transmite el contenido que tratamos en el que en cualquier momento o situación la figura mantiene su coherencia.

El producto que las ESCUELAS FILOSÓFICAS clásicas ofertaban al ciudadano eran intentos de solución al puzzle de la vida, y en cuanto que hay tantas vidas como seres, y cada uno con un destino (al margen que confluyamos a una misma “esencia”), el peligro surgirá cuando posteriormente, un determinado pensamiento “único”, se imponga y anule a los otros. (El “IMPERIO” encierra este peligro, que siega y niega las otras posibles soluciones que sí encierra la “ASAMBLEA”. La vida es "ORGANIZACIÓN", pero sin confundir con el “ORDEN”).

La filosofía venía a ser como una piscina, un enorme baño, donde el hombre (género) sumerge su existencia y lava sus vicisitudes, aliviándolas. En las aguas de la introspección (“conócete…”), de la extrospección (cosmos…) y de la reflexión, epicúreos, cínicos, estoicos, pitagóricos,… encuentran un ligamento con el que ensamblar las experiencias desconcertantes y aberrantes de la existencia. El “agua filosófica” les lava y les ungüenta.

Esto era lo que las escuelas filosóficas clásicas aportaban… también es verdad, que eran ESCUELAS LIBRES iban quienes querían, cuando y cuanto querían. Ahí quedó la cosa.


Ahora la educación es una necesidad, es un derecho, es una obligación, ¿qué es entonces la educación?, ¿cómo lo vive cada ciudadano?. Optar no se puede, así que mas que derecho es obligación. Si es una oportunidad para situarte en la parrilla de salida en la competitividad en la que se mueve el mundo. Es cierto que hay una selección natural. Aunque en una civilización y en un nivel de vida, la naturaleza sigue su curso.


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