(tradición
y modernidad)
En estos días en los que conmemoramos
tradiciones, nos es necesario hacernos conscientes de esta fuente de
conocimientos, que basada en experiencias y querencias de nuestros antepasados,
nos dan la oportunidad de perpetuar garantías de nuestra supervivencia “social”.
Si bien, puesto que no están basadas
en la ciencia, muchas de estas experiencias han podido ser interpretadas o
explicadas de modo erróneo que al transmitirse oralmente, siendo a su vez
susceptibles de aumentar, aún más, los errores. Por ello, en cierto modo, la
necesidad de cuestionar o revisar, así como de adecuarse al grado de civilización
y civilidad que una sociedad adquiere por su misma experiencia.
Todas las sociedades antiguas han
participado de este tipo de transmisión, vía oral y lúdico, y así, generaciones
tras generaciones, heredan y transmiten su cultura proporcionando una identidad
arquetípica al colectivo. Y es que los grupos sociales requieren de ciertas
rutinas que organicen referencias temporales y espaciales, acciones colectivas
… así de modo rutinario generan costumbres socializadoras y de ellas
tranquilizadoras, sosegadoras. Las costumbres pasan con el tiempo a tradiciones.
Hoy en día que las tecnologías
irrumpen al igual que las migraciones, se invade de modo
intensivo y extensivo, todas las áreas y modos de vida de los pueblos, corriendo éstos
el riesgo, y el connatural miedo, de perder sus señas de identidad y así, al
par que se dan signos de progreso, se producen en éstos, deseos de volver a unos
modos de vida que -catalogados de “tradicionales”- resultan artificiales y folklóricos,
que no ya tradicionales en su esencia. Así, unas costumbres entran en conflicto
con otras.
Estos sentimientos se floculizan (de floculación)
con frecuencia en grupos de tendencia de opinión que posteriormente reincidirán
en formaciones políticas de corte tradicionalista… tras las cuales buscan salvar
derechos privativos y preferentes a ellos, y excluyendo de tales a los
advenidos, canalizando, eso sí, ciertas frustraciones de ese sector de
población y fragmentando a aquella sociedad. Curiosamente los grupos de extrema derecha basan un estilo de exagerado
predominio de estas formas denigrando lo exógeno y foráneo y a las gentes que
difieren de ellos.
La intolerancia de estos grupos que
se enervan en dictadores sociales, -de lo que es o no es permitido- para el resto
de los societarios de esa sociedad. Estos corpus sociales unas veces se
revisten de credos religiosos en sociedad creyentes, y en las laicas, de formas
políticas. Unos y otros rompen las reglas de juego, trampeado las formulas
establecidas para lograr su fin ansiado, una supremacía de unos que a su vez
aniquila a los otros.
Así, no seamos intransigentes con las
tradiciones y hagamos síntesis inteligente de las costumbres, que siempre será
mejor la convivencia y el progreso que la aniquilación de unos a otros, porque
con la deriva de la destrucción a la autodestrucción todos perdemos. Se hace
necesario conciliar costumbres para ganar en calidad de convivencia y vida.
Tomando la Historia como testigo, ¡avancemos! ¡Nunca ha prevalecido la
involución!
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