21-25-31
¿Cómo hemos
construido nuestras manifestaciones religiosas y vivencias de fe? …
La “religiosidad”
está entre nosotros los hombres, desde que el hombre es hombre … Siempre así ha
sido, por ello, de ello nos resulta tan natural que ya ni nos la cuestionamos.
Se cree en dios como
pisamos la tierra, estamos, simplemente en la tierra y dios de siempre en el cielo
(1). La tierra lugar de sufrimientos y penurias y el celeste espacio para
esa deidad y sus elegidos. Y junto a los elegidos los criterios de tal concurso
y méritos conseguidos. De aquellos criterios, los buenos y malos y desde
entonces donde hay religión siempre habrá bandos … La rebatimos, tan sólo la
rebatimos o anteponemos unos frente a otros, la “postura” nuestra frente a la
del otro, … con la triste peculiaridad que todos se creen los buenos porque terminan haciendo sus dioses según
sus conveniencias … Y desde entonces el hombre tan solo discute,
apologizando o anatemizando sin salir del carrusel mental, sin dejar de dar
siempre las mismas vueltas, creyendo o apostatando, nada más … sube y baja, y
vuelta a empezar.
(1)
Este dios que anda en el cielo, cual sol, o espacio sideral, siempre en un
olimpo o un elíseo, un walhala o nirvana, en estrellas o constelaciones, …
siempre en un paraíso extraño y lejano… en un séptimo cielo. Y cuando queremos
imaginárnoslo lo hacemos metafóricamente comparándolo con representaciones
concretas a nuestro entorno e imagen, unas veces con el trueno o el rayo, la
tormenta, el fuego o el mar, la fuerza o la sangre… y con un juego doble de
imagen complementaria, unas veces protector y fiero defensor, otras bondadoso y
tierno, y otras confusamente irascible y cruel … así a quien temer y agradar,
congraciar y contentar… sin darnos cuentas que todo lo que proyectamos en dios
es simplemente nuestro mundo y sentimientos.
Somos niños, simples
niños cuando pensamos estas cosas “divinas” porque “creemos, ahora si creemos-creamos” nuestro fantasioso
mundo de “pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera, creyéndolos que vuelan …” (Antonio Machado). Aunque
usemos palabras para describir, no por ello lo descrito es palabra, ni número,
ni rezo, ni oblación, ni hostia … Aunque usemos números, las medidas son
distancias o cantidades, magnitudes de presión o densidad, … tampoco Dios,
palabra o verbo.
Resulta que tanto el
21 de diciembre como el 24 como el 31, son fechas redundantes de un mismo
acontecer: el nacimiento del Sol, la Luz o el tiempo, … aunque sean tres fechas
y tres liturgias, es un único motivo. Tres versiones de un mismo
acontecimiento.
¿Seremos capaces de
entender que como cuando vamos en un coche llevados por este sistema se
desplazamiento y nos adentramos en un túnel, no se hace por ello la noche, o si
por un puente, la naturaleza no se encoge, aunque por la distancia de la altura
los árboles se empequeñecen? Llamamos día a la iluminación de la porción de la
tierra que nosotros habitamos … No sale
el sol, somos nosotros los que nos asomamos a él. Es por efecto del giro sobre
sí de la Tierra de una y otra vez … pero nosotros seguimos aun pensando que el
Sol sale y se oculta, y le fijamos en nuestros conceptos/atributos mentales,
como día, y su ciclo por recorrer su órbita un año, 365 días-“salidas y
puestas” de sol. Y con los años, nuestro crecimiento y asignaciones sociales,
“edad-capacidad” para esto o aquello… (según nuestra edad cronológica, la edad
patrimonial, judicial o penal) y cuando acabamos nos fijan al tiempo con un rotulo que ciñe nuestro periodo de
existencia: nació tal día y acabó en otro. Y de ello, si vivió mucho o poco, y
si hizo aquello o esto …
Y dios es ya algo
tan natural que ni se cuestiona ni reflexiona, se da por hecho y por derecho,
nada más … aunque sea … ¡Dios no es lo que yo pienso que es!
Tras este primer
argumentario donde confluyo en la conclusión del de Hipona que a dios no le
podemos contener, pues como el mar no nos es posible acogerlo en cuenco entre
las manos, paso a considerar la necesidad humana de deificarse a sí misma: el
propio hombre emular al que pretendiera adorar. Y surge el paradigma de la
navidad … dios se hace hombre para así hacerse el hombre dios … y he aquí el
santo y sagrado problema: el problema mismo de dios y ¿qué Dios encarnamos en esta
Creación?
Ingenuos si llegamos
a creer que son poesías infantiles como ésta o el mismo Principito un cuento… ¿Ingenuos...?
¡No! Algo más, que ineptos e incapacitados por no ver lo que otros iguales a ti
no quieren que veas, para que tú no sepas más de lo que ellos saben que no
saben. Y así rezonguemos brincando, zambulléndonos en nuestros “encantos”
mientras nos hundiéramos en el piélago de fangos.
Pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera…
Yo conocí siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!
Y es que de igual modo que en la evolutiva de los seres, existen unos "períodos sensibles" en los que se "troquelan" facilmente determinadas capacidades que cuales portales dimensionales nos "trasladan" a otros niveles cognoscitivos, así nosotros, en nuestras propias vidas personales, escalamos o no a esos "espacios del conocimiento".