lunes, 10 de agosto de 2015

los discursos aprendidos

Los discursos aprendidos

Saber hablar… saber comunicar,… pero sobretodo saber transferir las propias experiencia y creencias, de conciencia a conciencia –corazón e inteligencia-.

Todos los “instruidos” podemos montar un discurso; ¿qué menos que “saber hablar en público”?,… esa elocuencia es señal de acceso a lo “culto” y se presta a ceremonias… y rendir pleitesía al culto de la jerarquía, salvando las circunstancias con “saber tomar la palabra” y ejercer ese protagonismo que distingue.

Volviendo al tema, el discurso, -no el de Descartes, ¡claro!- sino ese que todos tenemos para transferir opinión, cuando cabe. Construimos nuestros discursos por imitación de modelos, pero en cuanto que solo “aplicamos” las formas y la repetición, sin análisis ni crítica… mimetizamos opiniones, al gusto y acomodo del entorno. Todo, porque aprendimos “EDUCADAMENTE” a repetir los discurso al hilo del profesor, director, o mandamás del “circulo de poder” donde nos desenvolviéramos.

El sistema franquista nos castigó hasta anular nuestra indómita rebeldía, primero mediante la guerra, instaurando brutalmente el “programa de modificación de conducta colectiva”. Luego durante los 34 años y 204 días de la dictadura, manteniendo el programa de “sobrecorrección”; y actualmente se nos mantiene… El anterior era expeditivo y coercitivo, ahora ya sugestivo, porque nosotros mismo nos aplicamos el programa instaurado, de tal modo que adocenados, nos consideramos “de bien” si conformamos nuestro pensar al de aquellos que nos explotan y cual síndrome de Estocolmo dependemos emocionalmente de nuestros opresores. (¿cómo explicar esa bolsa abundante de votos esclavos del Partido Popular, heredero de la dictadura?)

Y con la sugestión hemos topado… nos abastecemos de un talante conservador donde no queremos perder lo poco que nos queda…   porque dado que la dignidad ya nos la quitaron, y sin dignidad nos arrastramos, vamos conservando nuestras miserias e inmundicias… creyéndonos que conservamos algo.


Si conservamos algo, es una enorme deuda soberana, una cadena tan pesada que ni Atlas soportara, ni Sísifo resistiera. Pero cual mantra nos repetimos, soy esclavo de mi señor, da lo mismo quien me mande. Y a honra lo proclamamos siempre que votamos, y elegimos a los mismos que nos esclavizan.

No hay comentarios: