Ahora que estamos en junio y es
tiempo de cosecha, académica,
me permito este pensar. Quizás por esa relativización que nos damos con los años, al ver la dramática obra de la vida,
no en el palco de honor -pues no voy buscando distingos- ni en el proscenio,
sino entre bambalinas, puedo ahora comentar lo siguiente.
Fui
estudiante y ahora magister. He aquí la explicación. Magister, por más de
aquellos, que como los otros, tienen difíciles situaciones en, y para, prender,
las “formalidades” convenidas por nuestra sociedad (si
viviéramos en la selva, por supuesto no nos calentaríamos la cabeza con todas
las tonterías que son motivos de evaluación, pero como esto es “civilización”,
atolondradamente domesticados seamos. ¡Porque así lo manda dios, o quien dios
le mande!)
El
saber es mera distracción, se lo digo yo. Aprendemos por necesidad, ante la
necesidad, pues disponemos de los medios de “información” al alcance, por libre
divulgación. El que quiere aprender, prende, y el que no, por más que le “adhiramos”, des-prende.
Os
voy a referir una experiencia personal, que después de muchos años olvidada,
ahora, rec-obro –recuerdo el obrar-. Sucedióme que realizando los
estudios que entonces correspondían a 6º año de Bachillerato Superior,
suspendiera lo que el profesor de la materia evaluara, en junio, y también en
septiembre. Por esa razón de que se obtura la materia, y atrancado, ni para
atrás ni para adelante. Y como el sistema avanza, tanto que arrolla, si quería
avanzar, debía superar.
Así pues estaba la cosa, si
quería hacer el “Curso de Orientación Universitaria” había que pasar su
tránsito limpio de polvo y paja, no podía hacerlo con alguna asignatura colgada,
pues era selectivo, “¡no me cabían, ni medias tintas, ni medias verdades!”.
Me
inscribí en el C. O. U. con matricula “condicionada”… Si aprobara en la convocatoria de
diciembre, podría seguir “el curso de la historia”; si suspendía, quedaba estancado
ese año hasta remontar. O retirarme… Estas “experiencias, las tenía en esos
años y circunstancias que no somos conscientes de nada”.
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Ha
sido más la adversidad la que me ha guiado hasta donde he llegado, y también
cómo. Siempre recuerdo un consejo de mi padre, pues como no he sido “alumno brillante”
su consejo me asistía que fuera constante, y me recordaba una anécdota
que contaban del autor de “Las Etimologías”, la cual según decían, Isidoro de
Sevilla también era “durillo de mollera” y dificultoso en adquirir el saber. Éste un día, sentado en el brocal de un
pozo, se percató de cómo un material blando, la maroma que sujetaba la cuba con
la que subían el agua, de las muchas extracciones, había ido yendo desgastando
la dura piedra. Y así se concienció que la constancia podría deshacer las
dificultades. Y así llegué yo también a la conclusión, que si no a la primera,
sería a la última.
Y
después de realizar muchos ejercicios, entre setiembre y diciembre, de aquella “Física” absurda, que no
pensaba tocar más en mi vida; después de maldecir la inflexibilidad del
profesor, preguntándome, ofuscado por la rabia, qué ganaba él con aquel
suspenso y limitación ”que me infringía”; cosa que no llegué a entender, sino muchos
años después.
Aunque aprendí Física y la aprobé, materia que ya olvidé, aprendí,
ante todo, a superar, a demostrarme que podía quedar por encima de aquella
realidad, que me “determinaba” el horizonte. ¿Qué
aprendiera…?
¡Aprendí Física, pero sobretodo, “Vida”!
Posteriormente
he tenido muchas situaciones que me determinaban las posibilidades concretas
del entorno en situación adversa… las cuales las voy superando con
paciencia y constancia, creyendo que “más consigue el que quiere que el que
puede”. y remontando, superando dificultades he llegado donde hoy.
Hemos
de creer en nosotros mismos, y las circunstancias dificultosas, serán las
ocasiones para comprobarlo. Por tanto más que aprender lo que enseñan… aprendemos por el trato… quizás la permisividad y la tolerancia
o transigencia no me hubieran posibilitado despertar y concienciarme de… ”el trabajo constante todo lo puede…”; y un poco de suerte… pues también las cosas, a pesar del
mucho esfuerzo empleado, se tuercen.
La
vida son oportunidades que hemos de saber aprovechar, unos sucumben, otros
remontan… como
las naves en el mar. ¡bueno tampoco la tozudez, también hay que analizar y planificar, concentrar los recursos... todo esto aprendí. Si fue Física, física sea; si vida, esta es la que vivo.
Ahora que estamos en junio y es tiempo de cosecha, académica, esto me permito pensar. A quien le valga que lo tome, a quien le aburra que lo ignore.