En la existencia de las personas se viene a dar unas situaciones que “existen”, se dan porque sí, pero que desde la reflexión conviene analizar, para delimitar y así medir y calcular la repercusión de estos factores en la vida de las personas.
La vida es interacción de “fuerzas”, constantemente cada individuo está tomando y dejando “atracciones” cual de un campo eléctrico se tratara, con la particularidad de que no existen posiciones neutras.
Este comportamiento “eléctrico” lo traigo a la situación de la interacción social. Cada persona, sea sexualmente masculino o femenino, hombre o mujer, juega un juego, este juego puede ser de una polaridad activa o pasiva, de tal modo que se puede plantear el siguiente diagrama o tabla de doble entrada:
HOMBRE ACTIVO, HOMBRE PASIVO, MUJER ACTIVA, MUJER PASIVA.
HOMBRE ACTIVO, HOMBRE PASIVO, MUJER ACTIVA, MUJER PASIVA.
Estas cuatro situaciones no son estables sino que según los “momentos de fuerzas”, prevalecen unas frente a otras. Cada ser humano, en su condicionamiento biológico, social,… puede ser HA, HP, MA, MP. Como cuando elegimos pareja, pese a “lo que se pueda deducir de la sociología”, solemos elegir en base a la ley de la complementariedad, así un pasivo, se buscará a un activo… (sea hombre o mujer).
Dicho esto voy a lo que voy, los psicólogos clínicos, en sus “constructos hipotéticos” (encorsetados en los modelos “oficialistas doctrinales”) no son capaces de entender que el juego masculino o femenino no solo lo juegan factores hormonales sino que los emocionales y sobretodo intelectuales, prevalecen, no siendo la cuestión o condición propia del sexo sino la actividad intelectual predominante, la que ejerce la mayor tensión en el equilibrio de fuerzas de una pareja humana establecida.
El prototipo mental –de los psicoanalistas clínicos- que -en nuestra sociedad occidental convencional- el poder lo ejerce el macho, por el mero hecho de nacer con una proporción mayor de andrógenos frente a estrógenos, no es cierto. Este principio se plasma en las sociedades “orientales” (medio oriente) al reconocerle institucionalmente poder al “macho” (aunque sea éste “más tonto que Abundio”).
Aquí, entre nosotros, el poder establecido en la dinámica de la convivencia de las parejas es imparcial, quedando en el seno de cada unidad de convivencia social el conveniente y convenido equilibrio de fuerzas “democráticas”. Este equilibrio de fuerzas está por encima de las hormonas. Genéticamente venimos predispuestos a desarrollar un rol sexual, y así mismo, e igualmente genéticamente, damos curso al desarrollo del rol social, las habilidades sociales son estrategias de movimientos y momentos en este campo de fuerza social en el que existimos.
En cuanto que existen interferencias entre “los modelos correctos de comportarnos” y la transmisión de los patrones sociales, que se supone ejerce la educación en su amplio espectro, de aquí que exponga esta reflexión.
¿Qué es educación? En esta situación debemos concebir la educación en el sentido más amplio de su contenido: es todo lo que hace el hombre que no es “genético” (factores predisponentes), frente a los factores ambientales determinantes y desencadenantes. El lugar, la familia, las vicisitudes históricas del momento socioeconómico, los recursos disponibles, facilitan y contribuyen al “rol” que ejerce un determinado individuo en su contexto.
Y en cuanto que el hombre aprende por observación y por instrucción, y así mismo en los instrumentos, junto a la "escuela", aparecen los relevantes medios de comunicación cada vez más atrayentes y sofisticados, con sus modelos y estilos de existencia, hemos de andarnos advertidos.
Cual efecto de una medicación sobre un organismo vivo, hemos de considerar siempre, no solo al principio activo, sino las consecuencias de éste, tanto positivas como negativas, inmediatas y a medio y largo plazo, porque siempre lo que cuenta es la interacción y el consecuente logro de equilibrios.