Si vamos por la vida
“viviendo cual existencia disponen vegetales o animales”, ciertamente vivimos…,
pero no olvidemos que el ser humano también elige,
y en la elección, opta. Es en este
plano de libertad donde el ser humano alcanza su plenitud de humanidad.
El ser humano puede
tener valor y valores. Su opción siempre es racional, puede que instintiva, pero
a pesar que el instinto juega su papel inmediato, siempre el acto reflejo es
consciente y reflexivo, aunque sea posteriormente y así, analiza las
consecuencias…. Y de ella, la experiencia para la toma de decisiones
posteriores.
Si
valor, sin valores, obtenemos al temerario. Si valores sin valor, al indeciso;
si valor y valores, temple y prudencia. Y aplicar estas “cualidades” a la
realidad donde ciertamente hay que optar, la posibilidad de poder llegar a
tomar-domar decisiones mesuradas.
Además de los genes
biológicos creo “detectar” en el ser humano una modalidad de gen “moral”, un “gen molde” de conducta que intenta troquelar
y condicionar en el contexto ambiental, las directrices preprogramadas y
acuñadas en otros contextos de experiencias. Por ejemplo, si eres hijo único en
un núcleo familiar biparental, resulta lógico entender-organizar que tu troquel
crea entender tu exclusividad única; que si eres vástago que creciera, por ejemplo,
en triada con otros dos hermanos, construyendo tus decisiones conjugados los
actos en interacción con los otros dos interferentes. Esta condición te
obligará a desarrollar una lógica subsiguiente, de 2+1; 1+2; 1+1+1, donde pudiéramos
ser el 2 de 2+1, o el 1 excluido de 2.
Así como una opción se convierte en condición,
las decisiones también pueden ser corregidas si sabemos detectar que en el
juego social ya en ámbito familiar como en los restantes ámbitos de
desenvolvimiento, siempre pudiendo optar, modificar nuestras circunstancias,
por la acción de la decisión y la “condición” de la voluntad.