Disponemos, según vengo a
entender de Fernando Sabater, -de quien ando leyendo su "Tauroética"-,
de una moral juzgada por los beneficios.
En nuestra sociedad de artificios, en situaciones extremas se demuestra que la
ética depende de la necesidad (en gran parte).
Sobre sus
"consideraciones", añado: admito este anterior juicio, pues observo
que para una gran parte social, la ética "perdura" el tiempo que las
circunstancias lo permiten. Sin embargo,
reservo un matiz, una mínima parte la aportan aquellos que superan la moral TÓPICA,
accediendo a un nivel superior de
trascendencia junto a una VOLUNTAD DE CONVICCIÓN ASENTADA Y ORGANIZADA deontológica,
axiológica y, sobre todo, taxonómicamente.
La moral "costumbrista
de tradiciones" se confunde normalmente con la “ética”, tomada por
costumbre de "contextos"… y, por confusión, los líos. La ética ha de
ser algo más, una conciencia de la consciencia de la repercusión mediata e inmediata de
las acciones humanas y naturales. Y de la moral, la ética y la noética, sin
poética.
La moral deriva de la
cultura, o, más bien, la cultura crea la moral, y por la cultura, el contexto y
situación. Nos planteamos disquisiciones morales cuando andamos sobrados de
recursos; cuando, aislados de la obligación y la imperiosa resolución de
necesidades inmediatas, debatimos "tertulianamente" como mero
entretenimiento, "¿qué hacemos con las cosas?".
Y yéndonos al motivo del
toro, su disertación la considero una “distracción, mejor dicho, una maniobra
de distracción”. Mientras nos enredamos en el coso del asunto taurino, no cuestionamos otras estratagemas
"costumbristas" del consumismo, pues de consumir se trata en el
mercado de la “cultura”.
El espectáculo de la
muerte/sacrificio del toro se cuestiona, quizás más por la "sacralidad
ancestral” que encierra en nuestro mundo laico que por el acto empático ante el
sufrimiento ralentizado y secuencializado de un rito "liturgiado"
(aquí me permito una observación: constato un paralelismo -en cuanto a
“afición”- entre los practicantes de recalcitradas procesiones, misas y
romerías con los abonados a las corridas taurinas... ¿..?, ahí lo dejo.)
Distinguen los debatidores
... entre la moral "externa" y la "interna"... Las pautas
sociales formales frente a las intrínsecas... Vivimos dentro de asunciones
morales "conveccionadas" (convencionales) en las que sorprenden las "conviccionadas",
esas que periodísticamente venimos a troquelar como fanáticas. Sorprenden
porque éstas rompen moldes, y por ello, no siendo predecibles ni controlables,
sorprenden... e infunden miedos.
¿Quiénes son
fanáticos? ¿Quienes no se doblegan ante dificultades, afrontándolas y
reconduciéndolas? ¿Estos no serían los héroes...? El factor salvación o
destrucción, es decir, motivos-intenciones, y consecuencias, las filtra la
sociedad que las cataloga... Pero ¿qué es la “sociedad”? Volvemos a la moral, a
esa "codificación" de conductas admitidas y admisibles por una
comunidad humana... Así, por "código de honor" se ajusticia a una
mujer, que pudiendo haber sido violada supone una afrenta ignominiosa para la
familia. No se juzga la acción, sino la
consecuencia. Y así veremos “pueblos” donde un ser humano, por ser mujer es
considerado objeto subestimado, pudiéndosele degradar o mutilar…
Volviendo al asunto de la
ética, nuestro mundo está en transición, es menester reconducir y canalizar lo
más científicamente nuestras acciones, sin parcializar contextos y campos de
operaciones o trabajo. La ecoconducta de nuestra especie debe revisarse... Pero
nuestra asepsia mental debe también considerarse.
Y de la ética, la relación,
pues por ella y para ella existe. Y como no voyme por las ramas, me centro en
las relaciones, pues en la relación y de
la relación existimos. La relación no es roce, es interacción, por ello
hemos de RESOLVER cuantos factores la hacen e integra. La ética no tiene
sentido si no es para armonizar nuestra convivencia. Nos olvidamos de lo
esencial: VIVIR, SABER VIVIR, con-vivir
La relación, toda relación, surge de la necesidad. Y,
por la necesidad, el acuerdo.
Los seres humanoides en interacción con el medio y con
los restantes seres, entre ellos los humanos, hemos hecho uso de la relación de
modo inconsciente, y cuando hemos ido reflexionando sobre nuestras
interacciones las hemos pautado, por necesidad, mediante leyes. Leyes que
aplicadas –desde un poder /que no autoridad/ político o religioso-se volvían
coercitivas y punitivas, cuando no destructivas y aniquiladoras.
La relación, la convivencia, antes como ahora,
partiendo-presuponiendo el necesario reconocimiento del otro bajo el principio
de igualdad.
Al entrar en interacción se debe actuar desde EL
RESPETO. El respeto mutuo les garantiza la necesaria garantía de supervivencia
(nos necesitamos, existimos en interdependencia). El instinto de supervivencia
nos lleva al de apropiación para garantizarnos la… y nos apropiamos de lo
cómodo, necesario, útil, bello, placentero, … –no siempre en el mismo orden-.
De estas “propiedades”, lo necesario se impone. La protección es una necesidad,
pero también la independencia y la autorrealización entran en crisis cuando la
necesidad más primaria se impone, es decir, las necesidades fluctúan y
adquieren valor dependiendo del entorno y del propio individuo, así demande “su
necesidad” expresada más inmediata.
La relación entre humanos no puede “mediarse” por
ningún otro factor que no sea la identidad y ser del otro [no lo que el otro
tiene, ya religión, fortuna, raza, sexo…] SINO, SOLO LO QUE SOMOS, POR ESENCIA:
HUMANOS.